Pular para o conteúdo

ATF Minas

Início » La cama de seis plazas: La Terapia sexual Trigeneracional de pareja

La cama de seis plazas: La Terapia sexual Trigeneracional de pareja

“La cama de seis plazas: La Terapia sexual Trigeneracional de pareja“***

* Psiquiatra, Psicoterapeuta Familiar, Director del ITFF, Presidente SITF.

** Psicóloga, en formación en psicoterapeuta familiar y relacional en el ITFF.

*** los autores agradecen la colaboración a la Dra. Roberta Giommi por el material extraído del capítulo del libro “La Coppia in Crisi”(a cura di M.Andolfi, C.Angelo e C.Saccu) escrito por ella junto con el Prof. de Bernart y a la Dra. Daniela Giommi por una parte de los ejemplos clínicos recogidos de las coterapias realizadas con el Prof. de Bernart.

Definición de terapia de pareja

La diferencia entre una terapia de pareja y una terapia familiar se relaciona con el motivo de petición de la consulta. A menudo una terapia familiar es solicitada como consecuencia del síntoma de un único miembro de la familia, el paciente designado; en cambio una terapia de pareja se solicitará con la queja del síntoma de un malestar actual de la pareja y no de un malestar de un único miembro de esta, con una excepción importante: cuando la queja se trata de un síntoma sexual en sí. Este, de hecho, puede ser atribuido a un único miembro de la pareja (para él: impotencia, eyaculación precoz ect., vaginismo, anorgasmia ect., para ella), en cambio nosotros sabemos que casi siempre es un problema de pareja. Aún más, si tratamos el síntoma en uno de los miembros, a menudo nos encontramos con el resurgir de un problema en el otro.

Terapia de pareja Trigeneracional.

Cuando, no hace muchos años, nuestro abuelos se dirigían al altar, el sacerdote frecuentemente les recordaba que en la habitación matrimonial no estarían solos: ¡Dios estaba con ellos!.

No casualmente, hasta hace pocos años, sobre la cama matrimonial tenía un puesto de honor una representación pictórica de la Sagrada Familia, de la Virgen o del Salvador.

Es más, creemos, que esta costumbre, que de cualquier manera, se ha perdido hasta en las familias católicas de un cierto nivel cultural, todavía es muy fuerte en las familias del sur de Italia o en las familias venétas.

Este aviso del celebrante significaba muchas cosas. En primer lugar que la vida sexual de los dos esposos debía ser coherente con su fe religiosa. La cama era ya desde ese momento de tres plazas. Sabemos con certeza como estas reglas religiosas han influido efectivamente a muchísimas parejas y como todavía hoy las influyen.

Pero lo que no resulta tan claro es, que ya entonces, la cama no era de tres plazas sino de seis.

Si quisiéramos representar esta realidad debemos imaginarnos sobre las paredes las habitaciones de todas las familias, no sólo una imagen Sagrada, sino nada más y nada menos que las fotografías de las dos parejas de progenitores.

Después de haber visto a muchas parejas en estos años finalmente nos hemos dado cuenta que la misma idea de pareja es una ilusión, una imagen arbitraria que nosotros intentamos utilizar para encuadrar la realidad. Durante años hemos aceptado la concepción que en las parejas en tratamiento el problema de fondo era un problema entre ellos dos, entre los miembros de la pareja. Después, nos hemos visto que eran en realidad sólo dos soldados que combaten en la batalla. Los cuarteles generales estaban en otro lugar: en las familias de origen. De este modo, hemos empezado a divisar las otras cuatro plazas de la cama y a entender que detrás de una pareja que no funciona siempre existen dificultades para separarse de las respectivas familias de origen. En otras palabras, si la cama doble no funciona es porque es realidad es de seis plazas.

Ciertamente, no es sólo en materia de sexo donde los problemas de pareja pueden encontrar su fuente en las familias de origen. Muchas parejas tienen problemas de otro tipo: de comunicación entre ellos, de educación de los hijos, de gestión económica, etc. También en estos casos haber realizado un desarrollo individual y una separación de la propia cultura familiar puede ser importante.

Contrariamente, nos limitaremos en este artículo a examinar los problemas sexuales de las parejas desde este punto de vista trigeneracional. Naturalmente, sabemos con seguridad que es difícil separar el problema sexual del resto de problemas que una pareja puede presentar. Con probabilidad este es también un punto de vista arbitrario. Otros autores (Andolfi, Framo, Canevaro, Antonioli e Martini, de Bernart R. y Giommi R.) han ya escrito, desde el punto de vista trigeneracional, sobre problemas de la pareja en general.

Si consideramos a la familia como un organismo viviente debemos imaginarnos un momento en el cual ésta es concebida, un periodo en el cual se desarrolla en un lugar protegido, un momento en el cual nace y diferentes momentos de crecimiento, hasta la muerte natural e inevitable.

Convencionalmente podemos establecer el momento de la concepción de la futura familia en el instante del primer encuentro de los dos miembros de la pareja; la gestación es el periodo de conocimiento y posible noviazgo, mientras que resultará claro para todos, que el nacimiento acontece en el momento en el cual las dos personas deciden convivir, o es más, casarse.

Desde el nacimiento a la muerte, la familia atravesará otras fases de su “ciclo vital”.

Cada fase se caracteriza por acontecimientos diferentes, pero, sobre todo, por el añadirse de nuevos miembros (por el nacimiento, por el matrimonio, etc.) o por la pérdida de otros (por alejamiento, divorcio, por la muerte, etc.).

Naturalmente la elección del encuentro entre los dos miembros como momento de la concepción de la familia es totalmente arbitrario. Sabemos, efectivamente, que a cargo de estas dos personas existen dos familias de origen, cada una de las cuales con una historia y cultura las cuales tendrán, inevitablemente, una influencia sobre la nueva familia.

En el momento del encuentro cada uno de los dos componentes de hecho lleva consigo todo el bagaje cultural de su propia familia de origen. Ama y comparte solamente una parte de esta herencia familiar, pero está influido por todo su conjunto.

El proceso personal de desarrollo de cada uno de los componentes, no ha sido seguramente completado. Las parejas, normalmente, se forman en la fase de la adolescencia o, en el mejor de los casos, en la así llamada fase del “joven adulto”, es decir en la segunda o tercera década (entre los quince y veinte, o entre los veinte y los treinta años).

Pero, como comúnmente muchos autores están de acuerdo, la separación real de la familia es, efectivamente, el verdadero desarrollo del individuo respecto a su familia de origen y esto sucede solamente entre los treinta y cuarenta años, es decir en la cuarta década. Es así porque únicamente en esta fase el individuo tiene los instrumentos para poder mirar críticamente a su familia de origen y realizar, de esta manera, una elección más exacta y definida de lo que quiere conservar de la propia cultura de la familia de origen y de lo que quiere, al contrario, rechazar y abandonar.

Entre los treinta y los cuarenta años, efectivamente, se definen más claramente algunas situaciones fundamentales para la vida de una persona: se ha alcanzado generalmente un papel profesional más definido y en algunos casos más importante, se ha conseguido una independencia económica de la familia de origen, se ha estabilizado la propia posición afectiva en un matrimonio, se han convertido en padres.

De estas situaciones logradas por un individuo puede observar las elecciones realizadas por sus padres de modo diferente y diferenciarse de ellos por medio de la confirmación y defensa de sus elecciones.

De todas formas, como parece evidente, el momento del nacimiento de la pareja y el matrimonio se presentan en una fase de la vida del individuo en la cual este desarrollo no ha sido todavía completado.

Pensamos, entonces, que la pareja debe tener una función que va más allá de la biológica o reproductiva, de la función sexual y más allá aún de la afectiva.

Es evidente, que la relación de pareja es en sí misma un instrumento de desarrollo y por esto puede ayudar al individuo a crecer, ya que, de forma normal, puede también frenar o es más, convertir en imposible el nacimiento o el crecimiento de la pareja.

Podríamos decir que la pareja ideal es aquella en la que, en su interior, el crecimiento de cada miembro es ayudado o más aún, es potenciado; ciertamente no debe ser obstaculizado por el otro.

Para que esto suceda es necesario, antes de nada, que cada uno de los dos miembros desee este desarrollo, que comporta la separación y diferenciación de la familia de origen y de su cultura.

Es importante que cada uno de los miembros ayude al otro en este desarrollo poniendo en práctica una función de crítica constructiva; es indispensable que cada uno de los dos miembros se deje ayudar y que confíe en él.

Con una metáfora muy apreciada por nosotros, intentaremos ilustrar mejor este trabajo con la pareja. Cuando un individuo deja su casa, abre sus armarios y llena las maletas con las ropas y las cosas que considera le serán útiles para el viaje; mientras que abandona porque las considera inútiles o contraproducentes, otras cosas o prendas.

Los dos miembros de la pareja deberían hacer esta operación al dejar su familia, para abrir después nuevamente sus maletas y colocar las ropas y los objetos elegidos en los armarios comunes.

En la primera fase, naturalmente, cada uno realiza elecciones para sí mismo, mientras que en la segunda nos encontramos ante un trabajo de pareja, ya que, mientras algunas cosas se colocarán por sí mismas, para muchas otras, en cambio, será necesario encontrar un sitio adecuado en el armario o en la casa.

En algunas ocasiones algunos de los objetos o de los indumentos que son del agrado de uno de los cónyuges podrían encontrarse con una prohibición absoluta por parte del otro, y esto conllevará una renuncia por parte del primero.

Es claro que podrán tener acceso a la casa y a los armarios de los cónyuges solamente los objetos y los indumentos en los cuales los dos estén de acuerdo.

Las cosas totalmente rechazadas por uno de los dos deberán necesariamente ser expulsadas de la casa común, pero muy frecuentemente, una vez que han salido por la puerta, entrarán de contrabando por la ventana.

Existirán así, una serie de objetos que no se aceptan de buen grado, pero que serán “tolerados”, que encontrarán un espacio provisorio y condicionado, hasta que no cambien las circunstancias.

Es más, esta es probablemente la cosa que sucede con mayor frecuencia. Hablando con las parejas con problemas, cuando preguntamos: “¿Usted conocía este lado del carácter de su marido o de su mujer?”, la respuesta es; “Si, cierto”.Sólo cuando insistimos: “Pero entonces si le gustaba, ¿por qué lo ha aceptado?”, la respuesta es, invariablemente, “Esperaba que con el tiempo hubiera sido capaz de cambiarlo”.

Nunca jamás en absoluto ha existido una ilusión más dañina que esta.

Los matrimonios que nacen y se consolidan sobre este peligroso compromiso (total después lo/la cambio), están seguramente destinados a tener problemas primero o después y frecuentemente, a fracasar.

No existe, de hecho, alguna posibilidad para cambiar radicalmente al otro, mientras que de forma sencilla cada uno puede cambiarse a sí mismo.

Así mismo, otro peligro común es el de obligar al otro a llevar a la nueva organización familiar cosas que no quiere y que había decidido abandonar. Esto sucede, sobre todo, porque el otro se convence que de este modo tiene más cartas para “conquistar” o para consolidar la relación con el otro.

Continuando con nuestra metáfora de los armarios, sería como si la mujer preguntase a su marido: “¿Pero por qué has dejado en casa el smoking?. ¡Te quedaba tan bien!”, y el marido respondiese: “Ya no me gustan los compromisos sociales”, pero ante la insistencia de la mujer se convenciera, de todas formas, a llevarlo.

Hace años, entrevistando a una pareja de mediana edad, intentábamos entender como a una señora a la que le gustaba mucho la vida social (cenas, fiestas, conciertos, etc.), se había convencido a casarse con un hombre totalmente esquivo y reservado y que, es más, vivía en una ciudad pequeña de provincia donde existían poquísimas ocasiones sociales a disposición.

Descubrimos, de esta forma, que no se había fascinado por el marido, sino de su familia de origen y en particular de la madre de él, una mujer vital y amante de la vida de sociedad.

El futuro marido había estado atento en avisar a su novia que no existía un lugar para la vida de sociedad “en sus maletas”. Es más, en relación de este tipo de vida, tenía objeciones notables y es posible que justamente por esto había alejado a su madre. Cuando al contrario, habiendo valorado que este elemento le habría permitido conquistar a su novia y la habría convencido a mudarse con él a la provincia, él, más o menos inconscientemente, lo había utilizado.

Naturalmente, todo había ido perfectamente durante los primeros años de matrimonio, mientras que su suegra estaba viva, pero con su muerte, el marido no había sido capaz de continuar con la vida de sociedad la cual la madre organizaba perfectamente, ni había permitido a su mujer, por otro lado, organizarla.

La familia de origen puede interferir con la vida de pareja de diferentes maneras y en momentos diferentes de ciclo vital.

Si la interferencia desde el principio es sofocante, en la fase del cortejo o del noviazgo, puede ser difícil o imposible la consolidación de la pareja o la continuación de su vida: uno de los miembros o los dos podrían tener, en la familia de origen, funciones tan importantes para no permitirles ni tan siquiera el inicio de una vida de pareja.

Este tipo de boicot familiar casi nunca es justificado explícitamente por medio de necesidades familiares reales. Es decir, es difícil que los padres o los familiares digan a su hijo o a su hermano “No te puedes casar” o “Tenemos necesidad de ti”. Es más probable que la crítica pase a través de ataques en campos neutros, como los hábitos diferentes, o la cultura diferente del compañero/pareja, o los niveles sociales desequilibrados.

Algunas veces los jóvenes consiguen superar las dificultades de la primera fase, pero no consiguen oponerse a la invasión de las familias de origen después del matrimonio. Una vez construida su casa, más o menos como sucede los tres cerditos del cuento, los dos jóvenes esposos pueden encontrarse inesperadamente sin defensas y con su espacio físico o mental invalidando hasta la intimidad.

En algunos casos puede pasar más tiempo y las dificultades surgen sólo en una fase sucesiva del ciclo vital, por ejemplo con el nacimiento del primer hijo.

Es en esta fase del ciclo vital cuando de hecho las familias de origen se vuelven especialmente atentas a lo que sucede en la nueva familia nuclear. ¡No por casualidad!, si no porque es en esta fase que se decide si se pertenece a una cultura o a otra. Y es por esto, precisamente en este momento, que los abuelos pueden intentar pronunciarse en todas las decisiones que tienen que ver con el nieto: desde el nombre que le van a poner a la forma en la que es alimentado, criado, educado, etc.

Algunos intentos para influir y entrometerse son explícitos, se consideran menos peligrosos. Otros, en cambio, son más sutiles y habitualmente se llevan a cabo por uno de los dos progenitores sobre el hijo. Es en esta situación que se comprueba si la pareja ha sido capaz de crear un grado propio de intimidad complicidad. Si esto ha sucedido los intentos de intrusión serán fácilmente rechazados y comentados irónicamente en la pareja, si sucede al contrario se pueden crear situaciones muy comprometidas.

Si, por ejemplo, una madre llama por teléfono a su hijo para darle consejos sobre el cuidado del recién nacido y ocultamente, critica de esta manera la elección de la pareja (que evidentemente atribuirá a la nuera), el hijo podrá contestar de diferentes maneras.

Una forma inicial es la de hacer suyas las críticas de la madre, sin denunciar el origen de ellas, y discutirlas con la mujer (evidentemente en caso de fidelidad hacia la familia de origen). La segunda posibilidad es la de compartir esto con su mujer y discutir con ella las críticas, aclarando su origen desde el principio y absteniéndose el decidir juntos.

Pero sobre todo, una vez tomada la decisión con su mujer será importante ver qué dirá después el hijo a su madre. También, de hecho, habiendo compartido con la mujer una posición diferente a la de la madre y consecuentemente demostrando una complicidad de pareja evidente, el hijo podría hacer creer a su madre que es una víctima de estas decisiones, manteniendo de este modo un nivel diferente de fidelidad con la familia de origen. O viceversa, podría definirse de acuerdo con la mujer y entonces totalmente diferenciado de la familia de origen.

En algunos casos, de todas formas, también estas crisis relacionadas con el nacimiento del primer hijo son superadas.

Queremos, en cambio, subrayar el hecho que una pareja consiga continuar más allá de la crisis no quiere decir que esta crisis haya producido un crecimiento de la pareja o de sus miembros. En algunos casos la solución puede ser cedida al tiempo y a la espera que todo encuentre una salida sin algún tipo de intervención.

Los compromisos diarios, el trabajo, los hijos, la así llamada “cotidianidad”, pueden también rellenar durante muchos años la vida de dos personas.

Pero si se trata de un aplazamiento temporal: en la próxima fase de ciclo vital estallarán nuevas crisis. Cuando los hijos empiecen a crecer y sean independientes, cuando no causen problemas importantes, cuando salgan de casa definitivamente y la pareja experimente el así llamado “síndrome del nido vacío”.

Frecuentemente esta fase es fuente de problemas graves para las parejas que han tenido escasa o ninguna experiencia de pareja sola en el pasado. Se trata de parejas que se han casado esperando ya a su primer hijo, o que han ido a convivir con una de las familias de origen, o que, por otros motivos, no han podido experimentar al principio de su relación una convivencia de pareja solos. En todos estos casos, pero también en otras situaciones, la salida de los hijos puede representar un problema debido a la incapacidad para proyectarse espacios de pareja, no experimentados anteriormente u olvidados debido a que el tiempo transcurrido es demasiado. O, más aún, en la edad de la jubilación, cuando los dos cónyuges deben redescubrir modos para pasar de nuevo juntos días enteros.

Un caso es el del colega tratado por nosotros hace algunos años, el cual había vivido para su profesión de médico fuera de la familia toda su vida laboral, obligando así a su mujer a organizarse su propia vida, centrándose primero en los hijos y después en su grupo de amigas coetáneas. En el momento de la jubilación estalló el drama: el marido, volviendo a casa, quería organizar una intensa vida de pareja, a la cual la mujer no estaba acostumbrada, ni interesada en pensar y vivir junto a él. Después de algún tiempo el marido empezó a sospechar de una relación extraconyugal de su mujer, por otro lado absolutamente inexistente, e inició progresivamente a mostrar síntomas de un delirio de celos.

Más habituales, en cambio, son las mujer que muestran depresiones consecuencia de la pérdida de significado de su vida de madres y esposas. Si de hecho toda la vida anterior estaba organizada en función de unos hijos y de un marido considerado como otro hijo al que cuidar, o también lejano desde hace tiempo a la familia, estos en algunas ocasiones tendrán dificultades serias para adaptarse a los espacios vacíos y libres, difíciles de llenar. El tiempo parecerá eterno y sin significado, los recursos utilizados para enfrentar el problema serán inexistentes, la depresión ganará terreno lentamente, dando después, muy rápidamente un colorido negativo a otros aspectos de la vida cotidiana que todavía no habían perdido su valor y significado.

En estos dos últimos casos resulta de gran importancia la posibilidad de apoyarse recíprocamente con el cónyuge, para reconstruir, en cambio más frecuentemente por primera vez, un espacio de pareja en el cuál consolarse y dar un significado a los años que están por llegar. Después de todo esto existe, en algunas ocasiones, un largo tiempo de espera, después del cual los “viejos” padres darán de nuevo un significado con la vida de los abuelos. Se trata sólo de superarlo.

Por esto consideramos importante que la pareja defienda desde el principio sus espacios propios, aunque tendrán que ser costosamente recortados o porque los niños son pequeños o porque se está cansado después de una jornada de trabajo. Es fundamental mantener viva la curiosidad de probar un restaurante nuevo del que se habla mucho, o ver la última película del director de cine preferido, o volver a comer una pizza en el local donde se iba de novios. Pero puede ser suficiente también la capacidad de crear en casa por la noche un espacio aunque sea mínimo de relax para la pareja, con tal de que sea defendido fuertemente de todas las invasiones posibles, ¡incluido el sueño!. Mantener vivos estos espacios permitirá conservar, aunque en algunas fases con un nivel mínimo de supervivencia, la intimidad de pareja, para tenerla a disposición más adelante, cuando sea indispensable.

Si no temiéramos parecer demasiado radicales, seríamos capaces de afirmar que la intimidad de la pareja deber ser antepuesta a todo: no solamente respecto a las familias de origen sino también a los hijos; porque sólo si ésta funciona bien y permanece estable, también todo el resto continuará a funcionar del mejor modo (de Bernart, R. y Giommi, R.).

Definición de Terapia sexual de pareja.

La petición de terapia, en el caso de sujetos con problemas sexuales, puede acontecer por medio de una petición formulada por la pareja o por un único individuo. En estos casos, algunos sujetos pueden ser invitados a volver con el/la pareja, mientras que para otros es preferible un proceso individual. En este artículo, tendremos en consideración sólo aquellos casos en los que han sido tratados con un tratamiento de pareja.

Los problemas de carácter sexual, así como ha sido sostenido por Kaplan, no son necesariamente atribuibles a trastornos emotivos valorables desde el punto de vista intrapsiquíco, los cuales hunden sus raíces en la infancia del paciente, ni tan siquiera con las patologías psiquiátricas. En muchos casos, estos se revelan como problemas que pueden ser analizados en el aquí y ahora, en la cotidianeidad del paciente: previsión de una prestación escasa, miedo a ser rechazados o humillados por el compañero, pretensiones – reales o imaginarias – de una buena prestación. La terapia sexual, en este sentido, es una intervención de psicoterapia breve como respuesta a una petición sexológica (de Bernart, R.; Giommi R.;…).

La amnánesis Sexológica.

La metodología de trabajo se mueve dentro de una óptica psicosomática y multicausal de síntoma sexual y considera el trastorno comprensible a través de diferentes niveles descriptivos. Para un estudio de amnanesis de la patogénesis se proporciona un modelo de investigación a modo de diana, constituido por una estructura con cinco círculos (Pasini, 1975). Las áreas identificadas en los cinco círculos son biológica, intrapsíquica, relacional de pareja, relacional de clan y social. A estas cinco áreas se añaden sucesivamente dos sectores a los cuales se reserva una atención especial: la esfera corporal y las creencias eróticas. El de la corporeidad es, de hecho, un canal privilegiado para la expresión de la sexualidad, pero se extrae también de las relaciones del paciente con el área de la intimidad, así como este se convierte también en el revelador privilegiado del compromiso físico. De la misma manera, en el área que tiene que ver con las creencias eróticas se estructura el espacio del secreto y de la fantasía. Es por este motivo que la esfera biológica se convierte en el primer círculo de nuestra exploración amnanética: proceder en la psicoterapia sexual significa, de hecho, excluir y delimitar de forma clara y precisa toda causa orgánica general o específica. En esta fase, se convierte en indispensable la colaboración con médicos internistas u otros especialistas (ginecólogos, urólogos, andrólogos, endocrinólogos, etc…). El segundo círculo se refiere al área intrapsíquica, es de competencia exclusiva del terapeuta mismo. El estudio amnanesíco examinará la historia afectiva del paciente, su nivel de aceptación del yo, el posible ansia existente, la presencia de conflictos, de miedos, de agresividad explícita o latente.

El área relacional de pareja y la de clan (respectivamente, de familia y familia de origen) es el área de mayor interés para el terapeuta familiar. En este campo se organizan las experiencias relacionales que tienen que ver con las expectativas, los proyectos, los remordimientos y las desilusiones que la pareja han visto surgir con su carga propia. En esta ocasión, se convertirá en prioritario el estudio relacionado con los modelos generacionales transmitidos por las familias de origen y filtrados por los dos miembros de la pareja, la negociación de la elección de las reglas, la definición de la complementariedad. La familia misma puede convertirse en algo de interés para el terapeuta familiar únicamente si esta entra en el área de conflictividad de la pareja.

Es de gran interés en este sector, la perspectiva trigeneracional al trastorno sexual. En algunos casos, de hecho, la sintomatología presentada por la pareja tiene que ver con problemáticas no resueltas con respecto a las familias de origen de los miembros de la pareja, las cuales toman forma a través de una conflictividad exacerbada pero frecuentemente inconsciente.

La dificultad mayor que se presenta en estos casos y que muchas veces define la imposibilidad de convocar a una sesión a la familia misma, tiene que ver con la discusión de problemáticas en la esfera de la sexualidad ante los padres.

Finalmente, el conocimiento amnanésico general se concluye con la profundización en temáticas relacionadas con el área social de la pareja, las relaciones de amistad, el ambiente de trabajo, la comunión ideológica y cultural, todo aquello que puede, en alguna medida, también influir en la esfera sexual. A esta primera observación continuará una amnanesis sexual muy detallada y en profundidad que tiene que ver con la disfuncionalidad del sistema de pareja o del individuo en fases anteriores de su vida. En este nivel de análisis, son examinadas las defensas utilizadas contra la sexualidad y el placer, la actitud recíproca respecto a comportamientos sexuales y eventuales inhibiciones de uno o ambos.

En este momento, es posible entrar en el ámbito de un contexto más pertinente al proceso terapéutico. La pareja puede acoger y dar forma a un proceso de reelaboración cognitiva de las emociones, de los sentimientos y de las experiencias personales que tiene que ver especialmente y donde prevalece la relación corporal. El uso del lenguaje verbal, en esta fase, puede revelarse inadecuado. Cerrado en diálogos e intercambios prestablecidos y fijos, los dos miembros de la pareja parecen no conseguir estructurar una comunicación real, y por lo tanto les es propuesto trabajar sobre imágenes, sobre el moviemto, sobre el espacio, sobre modalidades de contacto físico, sobre el uso de gestos, etc.

Según una visión tradicionalista se tiende a atribuir la sintomatología sexual a un único miembro de la pareja. Esto es imposible si se considera la problemática según una óptica sistemica-relacional, y es frecuentemente en sexología el descubrimiento de una copresencia de disfunciones complementarias entre ambos miembros de la pareja.

En esta fase es necesario redefinir el contrato de pareja: redifinir el contrato de pareja, renegociar los espacios individuales y de pareja, explicitar el significado de la sexualidad en la vida individual y de pareja y los vínculos entre sexualidad y sentimientos, valorar las capacidades, habilidades de confianza y de colaboración recíproca existentes entre los dos miembros de la pareja. El análisis de estos aspectos permite a los terapeutas proceder hacia un trabajo comportamental precriptivo. ¿Pero qué cosa sucede si la pareja se presenta a un terapeuta familiar?. El riesgo, en este caso, es de tratar el síntoma sexual con los instrumentos habituales, típicos de la terapia familiar. El síntoma sexual de todas formas necesita de un enfoque más especificamente sexológico, con en el cual prevalecen actitudes prescriptivas y pedagógicas, evidentemente como consecuencia de una atenta amnanesis sobre la base de lo descrito anteriormente.

La coterapia es sin lugar a dudas el modelo de intervención más sostenido, y se ha estructurado a través de la presencia simultánea de dos terapeutas de sexos diferente, que pueden unirse a experiencias y sensaciones referidas por los dos miembros de la pareja en tratamiento y jugar papeles en el intercambio con los pacientes, desde el punto de vista de la prescripción así como desde el punto de vista pedagógico. De la misma forma, los dos terapuetas pueden alternar el trabajo sobre el síntoma sexual con la elaboración de temáticas relacionales que frecuentemente acaban sosteniendo y reforzando el mismo síntoma (de Bernart, R., Giommi, R.,….)

La intervención terapeútica.

De todo lo dicho hasta ahora se entenderá por qué proponemos también un modelo de intervención trigeneracional para las terapias sexuales de pareja.

Se ha desvelado indispensable en los años la introducción de la visión trigeneracional, la cual ha sido decisiva en la terapia familiar, desarrollada a cargo de Bowen, B. Nagy, Framo y otros. Han sido ellos quienes han introducido la narración o la presencia de la familia de origen en terapia, de forma tal que se consigue valorar las influencias de las matrices culturales y emotivas provenientes de las raíces del pasado, y sus resonancias dentro de la familia actual. Andolfi ha sido uno de los primeros terapeutas italianos que ha hecho acudir a las familias de origen a la sala de terapia en presencia del otro cónyuge. La misma cosa ha sido realizada en Italia por Canevaro, solicitando a las familias de origen acudir a terapia de forma alterna, no en presencia del otro cónyuge sino sólo del propio hijo o hija.

De todas forma en ambos casos frecuentemente existen fuertes resistencias por parte de los cónyuges para traer materialmente la familia de origen a las sesiones, sobre todo cuando los problemas son sexuales, aunque nosotros siempre les aseguramos del hecho que nunca jamás discutiremos de estos problemas en presencia de sus padres. Por este motivo hemos, consecuentemente, recurrido al uso de las imágenes y de materiales audiovisuales, intentando utilizar todos los instrumentos y las técnicas que puedan permitir la presencia de la familia de origen en la sesión sin que estos estén fisícamente presentes.

El trabajo de los terapeutas familiares se ha distinguido desde siempre respecto a otros por el uso de medios audiovisuales. Desde el inicio hacer terapia familiar, de hecho, ha significado poder ver lo que se estaba haciendo. Probablemente por este motivo, la atención por la imágen se ha convertido en prioritaria respecto a otras modalidades de trabajo y se ha ido concentrando hacia una observación de significados y experiencias. En el encuentro en terapia, efectivamente, la familia proporciona una serie de imágenes contrapuestas y para ciertas cosas, efectivamente oficializadas. Es habitual compartir un guión relacional común a través del cual la familia se presenta al mundo externo. El objetivo para un terapeuta familiar es aquel de conseguir convencer, a cada miembro dentro del sistema, mostrar una representación de si misma más cónsona con los datos de la realidad y autenticidad, en los cuales se pueda disolver lo que resulta más artefactado y estereotipado. Puede ser que no seamos, en ningún caso, capaces de obtener una imágen “real” de una familia determinada, de todas formas lo que se convierte en relevante es no deternerse en la fotografia oficial proporcionada en la sede terapeútica. El instrumento privilegiado de un terapeuta familiar se convierte, por lo tanto, el análisis del lenguaje no verbal. Los contenidos propuestos por la pareja de hecho, aunque sean muy importantes, pueden distraer. Y esto es más verídico en un contexto como es el de la terapia familiar, en el cual los pacientes se citan con menor frecuencia respecto a otros tipos de procesos terapeúticos.

Los collages.

Una técnica muy utilizada en terapia familiar es la del collage. Se trata de una metodología traspasada de la sexología, y utilizada frecuentemente en los casos en los cuales los pacientes acababan permaneciendo pegados a una serie de modelos cognitivos estructurados sobre la base de una comunicación verbal distorsionada e inutizable con fines terapeúticos. Son, estas, parejas que se hablan muchisímo, discuten, pero que en realidad no dicen nada, o muy poco. Resulta entonces más útil utilizar elementos no mediados y no mediables por el uso de la palabra, que pueden ser utilizados en la interacción. El collage se usa con diferentes tareas y según de la necesidad propia del terapeuta. En el pasado habíamos usado un modelo “geométrico” de collage, que hemos dejado de utilizar. De dado que en uno de los ejemplos clínicos ha sido citado, diremos brevemente que se trata de representar a la propia familia de origen a través de figuras geométricas “a su gusto” de diferentes formas y colores. Está claro que el tamaño, el color y la distancia entre las figuras pueden dar información valiosa sobre las relaciones entre los miembros de la familia. En el modelo de trabajo actual, en cambio, en primer lugar se pide a los pacientes realizar un collage sobre la idea que estos tienen de la pareja. Si, en cambio, los dos miembros de la pareja han llegado a terapia por problemas sexuales, se añade un segundo collage que se dirige a la sexualidad de la pareja. Las indicaciones dadas por los terapeutas es la de ir a casa, elegir y recortar en revistas y periódicos todas las imágenes que los dos miembros de la pareja consideran que son útiles para señalar la idea que estos tienen de la pareja y/o de la sexualidad. Una vez recogidas estas imágenes, los dos harán una selección posterior para encolarlas en el orden deseado sobre cartulinas de 50×70. La operación debe ser realizada rigurosamente de forma independiente. No se permite la interacción porque el interés es hacia la idea que cada uno de los miembros de la pareja tiene de la sexualidad, y no por la idea común compartida. Los dos collages se llevan posteriormente a la sesión y se leen de manera “cruzada”. Cada miembro de la pareja, es decir, lee el collage del otro y después explica el suyo proprio. Los dos terapeutas invitan después a la pareja a dar una primera interpretación global del collage, después de la cual visualizarán imágen a imágen, pasando por una nueva visión de conjunto, para elegir finalmente la imágen preferida y la imágen más detestada. Finalmente los dos miembros de la pareja deberán valorar la semejanza y la diferencia entre los dos collages y la capacidad que ha demostrado cada uno de ellos para la lectura del collage del otro. Todo esto se realiza subrayando y discutiendo los motivos que han conducido a un tipo de elección en lugar de otra. Nuestro interés es el de elaborar una imagen interior de la pareja que pueda reflejarse hacia fuera sin ser sometida a la censura verbal (de Bernart, R.). El trabajo con las imágenes, consecuentemente, tiende a privilegiar una construcción y reconstrucción de la experiencia, capaz de convertir en explicíto y dramatizable el mundo interior de la pareja. El encuentro entre los dos miembros se pone en práctica a través de la lectura e interpretación recíproca de las imágenes. A través de este tipo de canal se accede además a un nivel diferente de representabilidad para la pareja respecto a su historia, y la creación de una especie de distanciamiento respecto a los contenidos que favorecen una apariencia de mayor “escucha-mirada” recíproca. A través de la imágen la pareja no representa solamente una acción, sino explicita una experiencia, dado que el significado que cada uno de los miembros da a la imágen misma, aunque no siempre sea explicitado, es de todas formas interiorizado (de Bernart, R.; Giacometti, K.). Los terapeutas observan el collage, pero no lo interpretan. Es decir, intentan reconstruir un nexo entre el registro pre-verbal, verbal y no-verbal. Esta técnica es capaz de definir un tipo de unión entre la idea de pareja representada y la idea real, favoreciendo un trabajo sobre los significados. El objetivo es abrir un espacio de elaboración subjetiva que esclarezca los modelos interiorizados de relaciones y los esquemas de interacción que existen en la pareja. La imágen contiene en su interior una serie de significados, de señales, que no pertenecen solamente a niveles cognitivos, son los afectos los que tienen se alguna manera un papel central. El instrumento de compresión es el estudio de las diferencias.

El genograma fotográfico

La fotografía es un instrumento muy utilizado en terapia sexual. Ya Anderson hace mucho tiempo había utilizado las family pictures en términos diagnósticos y también formativos para la preparación de alumnos. Otros autores (Blandonou) en Fancia han usado la técnica de la généalogie photographique. Las formas con las cuales los pacientes llevan las fotografías a las consultas, efectivamente, aportan un instrumento diagnóstico relevante, que se aleja del canal verbal para abrir un territorio emotivo que puede utilizar un lenguaje metafórico y meta verbal determinado. Como consecuencia, la fotografía es un instrumento de imágen que existe desde hace poco tiempo, nacida en el sigo pasado. Antes de este momento, era la pintura la que desarrollaba tal función. La fotografía nos ha permitido fijar una serie de imágenes de la propia vida, conservarlas y de este modo sustituir gradualmente con la memoria visual la vieja memoria oral. Cada fotografía no es una copia de la realidad, es una afirmación visual subjetiva. También las fotografías de la familia son interpretaciones de la familia misma realizada por quien efectua la fotografía, y que presentan consecuentemente un punto de vista preciso de quien las hace y ciertamente no es una objetivización.

Pero las fotografías son también otra cosa: son intentos por dar un sentido a la vida; se realizan elecciones y se les da un sentido. Las fotografías de familia están realizadas para crear interpretaciones y recuerdos de la familia de cada persona y de su historia. Las fotografías hechas por el público, en cambio son informativas, o publicitarias, y en cierta forma pretenden difundir un tipo de mensaje. Es entonces posible afirmar que se trata de una trasformación de un mundo real en un mundo simbólico.

Por lo que concierne al uso del genograma fotográfico en la formación de terapeutas, se solicita a los alumnos que lleven 30 fotografías utlilizadas en el periodo de formación, esta misma actividad se pide a las familias en tratamiento, por lo demás 30 fotografías son 3/10 de segundo: una fracción de tiempo infinitesimal para entender como es una familia. Esto dice algo sobre la cantidad, pero así mismo, sobre la relación con la calidad y también respecto a la objetividad.

Es evidente que se está realizando una valoración de un alumno o de la familia en tratamiento sobre 3/10 de segundo del tiempo real de la vida, que es aproximadamente para una familia, al rededor de 150 años, visto que el análisis de la familia llega hasta la tercera generación. Probablemente esto también da sentido de la medida de todo lo que sucede en terapia. La familia acude a 20 consultas, es decir, 20 horas, llevando muchas cosas. ¿Pero cuántas cosas pueden efectivamente traer las familias respecto a 100 años de historia de las cuáles se puedan recordar?, ¿y cuántas realmente de los veinte últimos años?. Poquisímo.

Lo que en terapia asume importancia no es tanto el taer fotografías, cuanto todo el trabajo que supone recuperarlas, la elección de algunas, la eliminación de otras.

La subjetividad se encuentra en la producción de la parte del presente por parte de quien hace la fotografía, el cual interpretará subjetivamente la realidad.

Algunas personas recortan las fotografías. A menudo nos encontramos con fotografías de familia con trozos que faltan, con la eliminación de un detalle o de la parte que no gusta. Y después la elección de las que son representables, no sólo oficialmente. Es decir, algunos de nosotros tenemos fotografías de nosotros mismos o de nuestra familia en casa. Pero la elección de cuáles son expuestas y de dónde (cuales en el salón, en la habitación, en el baño, en el despacho, en la cocina) es importante porque indica el tipo de relación con las personas y, así mismo, el grado de exposición social que la familia desea dar al exterior. En el salón se encuentran siempre las fotos oficiales, en la habitación las privadas, aunque existen familias transgresivas que ponen en el salón las privadas y el resto ni tan siquiera las exponen.

También la elección de la organización de las fotografías es importante; muchas personas tienen en casa muchas fotos, pero algunas están organizadas en albúnes, a menudo con comentarios, fechas, nombres, con una serie de información añadida muy interesante.

Naturalmente las fotografías realizadas en ocasiones importantes tienen un carácter más oficial, aunque si de todas formas, las fotos de grupo (desde las ceremonias más comunes como matrimonios, bautizos, primeras comuniones, o las escolares) tenemos la posibilidad de ver la especificidad del grupo y el tipo de relación afectiva y social que se genera.

Como se puede deducir, las fotografías se realizan en diferentes momentos del ciclo vital, como por ejemplo el matrimonio. En algunos genogramas existen más fotografías y en otros menos. Es importante saberlo, para no asombrarse y considerar patológico un signo que en realidad es totalmente fisiológico. Existe un típico descenso del numero de fotografías en los periodos de estrés y de problemas familiares, siendo este un indicador de un malestar. En cambio es fisiológico la bajada de fotografías durante la adolescencia. En todos los genogramas fotográficos siempre resulta subrepresentada. No es casualidad. Esta es de hecho considerada una fase de transición, las personas no se reconocen en esa imágen; como consecuencia no permiten que se les haga fotografías y cuando esto sucede, muchas de estas se destruyen debido a que a los protagonistas no les agrada el resultado.

Las imágenes por sí mismas no indican demasiado, es a través de una lectura clínica inicialmente por medio del canal visivo-elaborativo y después por el verbal, que resulta posible inferir detalles más específicos de la experiencia relacionada con ese determinado sujeto.

Las técnicas que se utilizan en el visionado de las fotografías siguen un órden bastante exácto en su proceso de uso, sea para los alumnos que para los pacientes en la clínica.

Las fases del proceso inician con las puntualizaciones: se trata simplemente de decir qué cosa es y como se debe hacer: “Debéis traer 30 fotografías para vuestro genograma fotográfico. Id a casa, elegid las más significativas para vosotros en el mayor número a disposición (también las que tienen amigos y parientes). Intentad recoger el mayor número posible”. El viaje hacia casa se relaciona con el ir a buscar las fotografías de familia para elegirlas, de forma semejante al modo de Bowen, para el cual era habitual realizar grupos de alumnos que preparaban una vuelta a casa, a donde se dirigían para una diferenciación de su propia familia de origen, regresando con el resultado obtenido que era discutido después en el grupo. La técnica de Instituo de Terapia Familiar de Florencia ha sido modificada, utilizando el viaje en las fotografías, en el cual el alumno o el paciente establece una inicial toma de contacto con su propia realidad histórica familiar. Esto sucede cuando se realiza una lectura inicial de las fotografías, respecto a las cuales ha sido realizada una primera selección de las que se presentarán después. No es tan sencillo: solamente el hecho de conseguir las fotografías, frecuentemente requiere ponerse en contacto con partes de la familia que se había descuidado o es más que habían sido perdidas a lo largo del tiempo; en algunas ocasiones es difícil y doloroso tratándose de partes de la familia que posiblemente habían roto con nuestra familia nuclear o de origen, en este caso relacionarse con ellos no es fácil; a veces nacen sorpresas agradables y se establecen relaciones nuevas o se restablecen las viejas. De todas formas, existe la necesidad de relacionarse con estas personas y en un momento posterior elegir todo el material el cual resulta bastante abundante (a veces se tranta de 3-4000 fotografías), de nuestra generación, de la de nuestros padres, la de nuestros abuelos y a menudo la de nuestros bisabuelos. Entre todas estas fotografías es necesario elegir 30. No todos obedecen al encargo, a veces llegan con 60, otras veces con 120 (el máximo que nos ha sucedido son en torno a 200). De todas formas una primera selección es necesaria: si traen 190 o 33 saben que deberán realizar sucesivamente una selección posterior. Después deben decidir como las quieren presentar. Existen diferentes modos: pueden ser presentadas foto a foto, pegadas sobre paneles (por ejemplo, la familia de origen de los abuelos maternos, después los paternos, la familia actual, la familia nuclear), proyectar en forma de diapositiva (y por esto no son casualmente intocables y con tiempos y espacios claramente definidos: “Yo las pego sobre la pared cuanto y cuando yo quiero, no las podeís pasar entre vosotros”; los paneles son en sí mismos una limitación, normalmente las fotografías se pasan en el grupo y después se colocan en el suelo con la forma de árbol genealógico), o aún más, se graban en videocasette y se presentan con un comentario. La elección del medio de presentación es naturalmente muy significativa, evidentemente (de dejar tocar o no, de dar o no un tiempo, un espacio, un comentario).

Se estructura de esta forma un nivel de toma de contacto, uno de elección, que se sitúa ya en un nivel de lectura, y un nivel de presentación.

FOTOGRAFÍA: FASES EN LA CLÍNICA

  1. Prescripciones
  2. Viaje a casa (selección)
  3. Presentación en estadios:
    1. la familia de origen y la infancia (10+10)
    2. adolescencia (10+10)
    3. adultos-encuentro (10+5+5)
    4. matrimonio e hijos (10+5+5)
  4. Lectura directa: recíproca, común
  5. Reelaboración (en casa)
  6. Prescripciones suplementarias

En la clínica existen algunas diferencias que tienen que ver con la modalidad de presentación, que este caso se prensenta en estadios dado que el trabajo se realiza en paralelo con dos individuos. De este modo pedimos que traigan las fotografías en momentos sucesivos, que son flexibles y modificables, diferentes para cada uno de los cónyuges. Las cosas se complican cuando se convierten en adultos y sucede su encuentro, porque en este momento pueden existir fases en común. Si es así, del encuentro de la pareja en adelante llevarán 10 fotografías escogidas juntos (que representan la pareja o de cualquier forma como se ven ellos dos como pareja) y 5 fotografías cada uno, que son aquellas que uno ha elegido pero que el otro no quiere, son aquellas en las que ellos no están de acuerdo; esta claúsula es irrevocable. Lo mismo sucede en la cuarta fase, la del matrimonio y los hijos (también acuden a terapia parejas no casadas o sin hijos, o casadas desde hace tan poco tiempo que la tercera fase incluye el matrimonio). La lectura de las fotografías es directa, pero existe una posibilidad de hacer recíprocos los comentarios y puede estar presente una reelaboración en casa. Sobre algunas cosas puede existir una lectura común, compartida.

No existe la prohibición de hablar sobre el comentario. Esta es otra diferencia fundamental con el genograma usado para la formación.

TÉCNICAS DE LECTURA

Parámetros

a. interactivo b. relacional c. simbólico-metafórico

Orientación

a. longitudinal b. transversal

Fotografías de grupo

a. cercanía/lejanía b. ausencia c. redundacias

Fotografías individuales

a. semejanzas b. repeticiones c. mutaciones

Disposición del genograma

a. blanco/negro-color b. proporciones en las edades c. proporciones entre la familia de origen y la familia adulta

En la clínica los modo de lectura pueden ser dos, a diferencia de la formación. El primero es contextual: mientras las fotografías se presentan se realiza una lectura y un comentario por parte de quien las presenta, así como se realiza un comentario por parte del otro miembro de la pareja. También, las fotografías pueden ser presentadas sin comentarios o comentadas sucesivamente de forma global. O es más, se pueden hacer ambas las cosas, es decir, un comentario primero y después un segundo comentario.

Puede suceder que una persona se ponga a llorar al mostrar la fotografía cuando está hablando de un pariente al cual estaba especialmente unida. Esto forma parte de la que es definida “información” sistémica, indicadores útiles de la emotividad del individuo.

No existe una “patente” del genograma fotográfico, entendido en el sentido de la calidad de las fotografías que se deben llevar. El número 30 es un artefacto, una definición subjetiva, un número que podría parecer oportuno. Otra escuela puede decidir 40 fotografías, las consecuencias observacionales e interpretativas son de todas formas válidas.

Por lo que concierne a las técnicas de lectura, los parámetros utilizados son los típicos de la terapia familiar y de los genogramas fotográficos, en detalle: interactivo, relacional, simbólico-metafórico. El primero, tiene que ver con las interacciones que suceden entre los miembros dentro de la familia o de la pareja. Con las fotografías, las interacciones se reducen al mínimo, la situación es estática, con lo cual es posible ver solamente las interacciones que se repiten en el tiempo, por ejemplo, personas que se colocan siempre de la misma manera, o personas ausentes en situaciones muy significativas, como los matrimonios….

El segundo parámetro tiene que ver con los resultados de las interacciones, es decir: que tipo de relaciones se crean como consecuencia de determinadas interacciones. Por ejemplo, el número y la calidad de las fotografías revela el tipo de relación preferente con determinados miembros de la familia. El tercer parámetro busca los significados simbólicos-metafóricos. A esto le sigue la exploración de la orientación longitudinal-transversal, en la cual es posible observar la evolución de la familia en el tiempo, la transmisión de la cultura, la importancia de ciertas personas. En el transversal analizamos las diversas fases del ciclo vital, lo que cambia y lo que permanece inmutable, la cercanía y la lejanía, la ausencia y las redundacias. Finalmente las expresiones, que pueden permanecer idénticas o cambiar en el tiempo. También la disposición de la imágenes puede ser muy interesante. Así mismo las fotografías se graban en una cinta de video por medio de una “Tercera Telecámara” que permite “memorizar el trigeneracional”.

Tereas para casa.

Finalizada la fase amnanetica, la fase diagnóstica sexológica y la fase diagnóstica trigeneracional, comienza una fase terapeútica fuertemente connotada, aparentemente, por las tareas y las prescripciones.

Por tareas entendemos en este caso algunas indicaciones de comportamiento, no sexual, que damos a las parejas frecuentemente con objetivos estratégicos y de todas formas con connotaciones metafóricas.

Un ejemplo típico entre otros tantos es el de la cena con elecciones recíprocas. Se invita a la pareja invitada a cenar fuera, en un restaurante determinado elegido por él, vestidos como si salieran por primera vez con una persona que les interesa. Deberán elegir de la carta una cena completa para el otro/a, teniendo en cuenta los gustos de la pareja. Deberán comenzar por las entradas y elegir un primer plato, un segundo (plato fuerte), un postre, las bebidas, etc. Finalmente deberán discutir con la pareja sobre las elecciones realizadas y valorar el nivel de conocimiento recíproco. No están obligados a comerlo todo, pero deberán probar cada uno de los platos. Finalmente deberán volver a la consulta siguiente vestidos como aquella noche y proporcionar una descripción fiel de la noche. Es inútil subrayar que la prescripción y la valoración tienen en cosideración la fuerte relación entre alimentos y sexo y se utiliza este potencial metafórico. Esta tarea forma parte de una serie de tres; en la segunda se prescribe una cena en casa en la cual cada uno debe preparar algo que sea una sorpresa para el otro y en la tercera deberán preparar una cena juntos.

Las prescripciones.

Las prescripciones son las de tipo sexológico ya señaladas por Kaplan. No se retomarán todas ellas aquí, sino que invitamos a la consulta de su libro para mayor información. Hemos aportado algunos cambios a cada uno de las prescripciones (Focalización Sensorial 1 y 2, Stop and Start, etc.). De todas no nos parecen estas las innovaciones importantes. Nos parece significativo, al contrario, subrayar que frecuentemente estas prescripciones no son realizadas o son llevadas a cabo de forma incorrecta. Es de hecho en estos casos que estas “resistencias” se relacionan con el material trigeneracional recogido anteriormente. Evidentemente se pasará al nivel sucesivo de prescripción solamente cuando el trabajo trigeneracional no haya bloqueado la tarea.

El síntoma sexual.

Los aspectos funcionales dentro de una pareja se convierten algunas veces en talmente importantes que llegan a ocupar una gran cantidad de energía de una persona, hasta llegar a crear vínculos de dependencia capaces de convertir en dificultosas otras elecciones de vida. Son frecuentes los ejemplos, propios sobre todo de las generaciones pasadas, de personas que han renunciado a su propia vida para dedicarse a miembros de la familia de origen. Hablamos, por ejemplo, de la tía “solterona” que ha estado demasiado ocupada en criar y casar a todos los hermanos y hermanas, o del tío que se ha quedado para siempre con la madre viuda. El “hijo único de madre viuda” es un papel particularmente interesante, y no sólo por la esención de la obligación del servicio militar. Dentro de esta categoría se concentran muchos jóvenes problemáticos, con graves problemas respecto a un malestar existencial que no consiguen controlar y frecuentemente, ni tan siquiera, comprender. Son chicos que, de forma frecuente, han realizado un compromiso fuerte con su propia madre, solicitante y seductora, y no saben como salir del contrato implícito de ayuda y volver así a vivir su propia vida. A menudo, renuncian al matrimonio o lo aceptan solamente con la condición de un atormentado ménage à trois: Él, la Madre y su Mujer. La futuras mujeres de estos individuos a menudo acaban por aceptar, ciegamente e ilusioriamente, convencidas de poder conseguir modificar los límites del pacto, que en la mayor parte de los casos se desvela como una empresa desesperada. Si la función sexual no resulta disturbada, la pareja puede llegar a tener hijos, los cuales se convertirán pronto en el objeto de lucha de las dos “esposas”, la oficial y la emotiva, con un “padre-marido” destinado a pasar a un segundo plano para asistir a la lucha con una “distancia de seguridad”, y frecuentemente de manera silenciosa. En estos casos, la familia se puede estabilizar, al menos durante un cierto periodo, dentro de un modelo que podemos definir “harem” en el cual, como se sabe, se permite diversas mujeres. La primera, es decir la Madre, desarrollará las tareas importantes para la familia: cuidar de la casa, criar y controlar a los hijos, decide sobre las cuestiones especialmente importantes del “padre-esposo”. Será respetada y reconocida, como la aunténtica Autoridad de la casa. La segunda, es consecuentemente la Mujer, tendrá tareas lúdicas, sexuales y reproductivas, pero su opinión no se solicitará para las cosas significativas que tienen que ver con el otro miembro de la pareja. Algunas veces, como veremos, una situación de este tipo puede conllevar graves consecuencias, y el impass emotivo puede presentarse justamente en el ámbito sexual. Él, Ella o, más a menudo, los dos, están impedidos para contraer un matrimonio regular debido a los vínculos precedentes debido a los vículos establecidos con anterioridad con personas de la generación precedente (el padre, la madre, los abuelos) o de la misma generación (los hermanos). Este es el caso de los así llamados “matrimonios blancos”, a menudo no consumados durante años sin que esto parezca a los esposos un problema insuperable, al menos hasta que no deseen tener un hijo.

A continuación exponemos algunas historias/ejemplo correspondiente a casos reales. La descripción del caso contiene algunos cambios en detalles y características de los pacientes realizadas por los autores con la finalidad de garantizar la privacidad de los mismos.

Cuando ella está casada con el padre.

Anorgasmia y vaginismo

El caso que presentamos a continuación se refiere a una pareja de novios, formada por dos personas sensibles y conscientes, que han decidido afrontar sus problemas antes del matrimonio, con el fin de evitar decisiones equivocadas.

Los dos presentan el mismo tipo de vínculo funcional con el progenitor: él ya está “casado” con la madre, mientras que ella lo está con el padre, de forma muy típica. Esto también explica como, en muchos casos, apenas se ha resuelto el problema de uno de los dos, es el otro miembro de la pareja el que manifiesta un nuevo síntoma. Es exactamente por esto que hemos decidido, desde hace ya mucho tiempo, tratar en pareja todos los casos con estas sintomatologías, al menos cuando esto es posible.

A través de la ventana que daba al jardín la terapeuta vió la nueva pareja de las 13:00 horas, ella tenía el cabello castaño, era de constitución delgada, llevaba patalones vaqueros y jersey de lana, no aparentaba la edad comunicada en la llamada inicial. Él la seguía recalcitrante, casi como si la cosa no fuera con él. Subieron las escaleras sin prisa: la terapeuta les esperaba delante de la puerta de cristal. Se presentaron: ella parecía desconcertada; él al contrario, se mostró cordial y curioso. La puerta de la sala de espera se cerró dulcemente a sus espaldas. La terapeuta, regresó al despacho, escuchó decir a su colega: “¿Cómo es la nueva pareja?”. “Jóven”, respondió.

Esto era para ella una señal de esperanza para el buen final de la terapia. No existían todavía, de hecho, años de rencores y de fracasos afectivos a sus espaldas, y esto significaba tener una oportunidad más. Su pensamiento desgraciadamente, esta vez estaba destinado a desvanecerse. La mujer comenzó a contar una serie de intentos fracasados. Los dos habían experimentado de todo: desde el ginecólogo al hipnotizador, habían intentado algunos ejercicios sexuales de Kaplan para acercarse finalmente a la desensibilización sistemática. Los dos terapeutas eran finalmente el último intento desesperado. En la voz de ella no existía algún tipo de entusiasmo, sólo calma resignación.

De la amnanesis inicial emergió que Anna trabajaba, junto con su hermana mayor, en una tienda de alimentación propiedad del padre y con ella se había establecido una competición, sin excluir los golpes, todo para obtener un puesto de privilegio en el corazón de los dos padres. Cuanto más se ensañaban las dos hermanas para alcanzar el deseado objetivo, más los padres continuaban dando señales de imparcialidad: si una de las dos pedía algo de lo cual tenía una real necesidad, los padres se preocupaban por dar la misma cosa al mismo tiempo a la otra hija, aunque esta no tuviera alguna necesidad de esto.

Paolo, en cambio, se había quedado huérfano de padre a la edad de cuatro años: vivía con la madre, la abuela y la hermana de la abuela, en una especie de harem opresor. Afirmaba decididamente desear el matrimonio con Anna, también para liberarse de todas estas mujers y tener finalmente una familia toda para él. Ambos eran económicamente independientes, se habían comprado ya una casa. Pero antes del matrimonio, Paolo y Anna debían resolver su problema sexual. ¿Qué futuro podía tener, según su opinión, una pareja que no conseguía tener relaciones sexuales completas, dado que ella no era capaz de aceptar la penetración?. No habrían tenido jamás hijos, no habrían sido capaces a amarse “como lo hacen todos los demás”: por este motivo esperaban y aplazaban, aguardando a que el síntoma de Anna desapareciera. Después de cinco años de intentos y continuas frustraciones, en el momento en el cual él intentaba introducir el pene en la vagina, Anna contraía de tal manera los músculos que convertía en imposible cualquier esfuerzo por parte de Paolo. No obstante no tuvieran relaciones sexuales completas, ella tomaba la píldora anticonceptiva porque estaba aterrorizada de quedarse embarazada.

Anna había tenido otros chicos antes de Paolo, pero las relaciones se habían limitado al petting. Para él, en cambio era su primera experiencia, posiblemente porque había estado demasiado ocupado en su papel de hombre de la casa para poder permitirse buscar una mujer fuera de las paredes domésticas. Desde el punto de vista profesional, Paolo era absolutamente capaz de asumirse responsibilidades en el trabajo, mientras que en la terapia mantenía una compostura inmadura y superficial. Además evitaba cuidadosamente la interacción con el terapeuta hombre, mientras intentaba obtener la solidariedad de la terapeuta mujer. Una vez, entrando, había llegado a guiñar el ojo a la terapeuta, en señal de gran complicidad y, diversas veces, dirigiéndose a ella, había dejado escapar algún “tu”. Cuando la terapeuta subrayó todo esto, y la imposibilidad de que fuera casualidad, Anna afirmó que también en compañía de ella prefería estar con la chicas del grupo más que con los chicos. Llegado a este extremo, resultó posible a los dos terapeutas comunicar a la pareja su hipótesis diagnóstica: Anna había elegido para ella un hombre “no peligroso”, que le permitiera permanecer en su familia y, sobre todo, de no dejar el campo libre a su hermana, que se hubiera quedado sola para gozar de la compañía de los padres. Esta situación le resultaba insoportable a Anna debido a los celos profundos con respecto a su hermana.

Paolo, en cambio había continuado a comportarse como “Don Juan en Sicilia”, y no se debería haber comparado con otros hombres, sobre todo con el padre de Anna, justamente como evitaba hacer en terapia y con el grupo de amigos.

La comparación con otras figuras masculinas significativas para Paolo era una experiencia inexistente, aconstumbrado como estaba a vivir en un harem protectivo.

Anna, si por una parte le estaba agradecida de la ayuda que él le garantizaba, por otra estaba desilusionada de que él no hubiera sido capaz de convertirse en el preferido para los padres, es posible encontrar casi siempre una segunda esperanza: la de conseguir encontrar alguno que sepa obligarla a escindir del vínculo, a “divorciarse”, alguien que venza por ellos el doloroso “tiro de la cuerda” con la familia de origen.

Al final de la sesión Anna salió de la consulta visiblemente irritada.

En la sesión sucesiva ví a los dos terapeutas espectadores de una transformación inesperada. Paolo llegó con un vestuario completamente nuevo: botas con chinchetas, cabellos rasurados o casi al cero y una cazadora de piel negra. Anna lloró. Ella, al contrario de él, no se sentía preparada para ningún tipo de cambio. Llegado a este momento, los terapeutas decidieron proponer a la pareja el collage de la familia: los pacientes deberían haber presentado a través de figuras geométricas, reales o inventadas por ellos, a los miembros de su propia familia de origen. El objetivo era el de permitir a los pacientes moverse con márgenes de libertad más amplios y obtener, a través de figuras, información diferente de las que Anna y Paolo estaban proporcionando por medio del lenguaje verbal.

La cosa más interesante que pudo emerger del collage de Anna, fue la representación de ellas misma como un círculo completamente pegado al padre, imaginado como un largo rectángulo que separaba a Anna de la madre y de la hermana.

Después de haber visto el collage familiar de ella, los terapeutas decidieron prescribir a la pareja un ejercicio denominado el “metro mental” estructurado sobre la idea de que cuanto más Anna se hubiera sentido cercana al padre, tanto mayor habría sido su distancia con Paolo. La tarea del miembro masculino de la pareja, en este caso, era la de hablar a Anna del padre cada vez que él hubiera sentido a ella distante.

Durante los intentos de penetración, cuando ella no conseguía dejarlo entrar, él debería hablarle del padre.

Paolo miraba incrédulo a los terapeutas, aquella tarea no le gustaba, le parecía excesivo y más aún embarazante. Anna estaba callada, pero por lo demás, al final de las consultas nunca había sido demasiado locuad.

La sesión sucesiva marcó una grande mejoría. Pero en el momento en el cual el horizonte empezaba a acercarse, la hermana de Anna comunicó a la familia que estaba embarazada y que tenía intención de casarse. Toda la familia de Anna se implicó en los preparativos de la boda y el padre, teniendo en cuenta el inminente nacimiento del nieto otorgó a la hermana una casa más grande de la que le había dado a ella en previsión de un futuro matrimonio con Paolo. Este acontecimiento alteró especialmente a Anna, que comenzó a desinteresarse por la terapia y por su relación con Paolo, dejando a este último desconsolado. Los celos entre las dos hermanas fue el tema prevalente de la discusión en la consultas siguientes, hasta que Anna llegó a admitir haber deseado desde siempre tener al padre completamente para ella misma, dándose cuenta de esta forma de cuánto esto hubiera obstaculizado su evolución.

Continuar a luchar por el padre hubiera significado perder cualquier posibilidad de desvincularse y crecer afectivamente.

Anna estaba comenzando a darse cuenta que esta función y este papel tan deseado durante años no la hubiera ayudado nunca a convertirse en adulta y a ser emotivamente madura. Su aspecto exterior cambió en pocos meses dejando de ser la “pequeñita de papá”, Anna perdió el aire de eterna niña que le había caracterizado en el pasado para dar lugar a una mujer deliciosa: se rizó el cabello, comenzó a vestirse más elegantemente y de forma muy femenina.

Casi sorprendidos, Anna y Paolo tuvieron su primera relación sexual completa. Un mes después, en una sesión posterior se confirmó el acuerdo en el campo sexual, confirmando a los terapeutas en su intervención.

Finalmente la pareja no se presentó a la así llamada cita de “control”, pero Anna y Paolo llamaron por teléfono diciendo que las cosas iban bien; se sentían mayores y no tenían necesidad de figuras adultas que les enseñasen las cosas importantes de la vida.

Cuando él está casado con la madre.

La impotencia

Piero era hijo único de una madre viuda. Huérfano a la edad de 12 años, había vivido siempre con la madre, que por otro lado se había “sacrificado” por él no volviéndose a casar. Había hecho carrera en su trabajo llegando a una posición importante y muy bien pagada. Era así mismo, un hombre bien parecido, pero empezaba a envejecer y la madre quería un nietecito… Elisa venía de una familia de comerciantes, en la cual los hombres no contaban y eran unos fracasados (uno de los hermanos era un toxicodependiente, el otro un desadaptado), mientras madre e hijas organizaban la familia y el negocio. Empezaba a perder las esperanzas con el hecho de poder casarse, decía que quería “un hombre”. Parecían destinados a complementarse y después de un breve noviazgo se casaron, no sin que Elisa tuviera alguna sospecha sobre con quién se casaba, sobre todo cuando Piero mandó a su madre a elegir los muebles de la habitación con su novia (estaba tan ocupado con el trabajo…). Después de algunos años y dos hijos, Elisa, empujada por su clan femenino, empezó a querer cambiarse de casa (naturalmente habían ido a vivir al principio a la casa de la suegra). Piero declaró estar de acuerdo, pero no acababa de encontrar la casa adecuada. De esta forma Elisa, a la que no le faltaba el dinero, la encontró y se mudó con los hijos. Piero la siguió “abandonando a la madre” por primera vez en su vida, sobre todo para no romper la familia y permanecer cerca de los hijos. Pero desde aquel día desarrolló una inexplicable e irreducible impotencia, con gran humillación para Elisa a la cual le era negado la única cosa que realmente la convertía en diferente respecto a su suegra en esta relación con Piero.

La mujer-madre: cuando el sexo sirve para golpear

La eyaculación precoz.

Laura y Angelo son dos bonitos muchachos, rubios y con ojos azueles. Angel ocupa un puesto de responsabilidad en el Enel (Institución Nacional Italiana para la Electricidad) y ha pasado con anterioridad por cuatro años de psicoanálisis que le han hecho ser menos neurótico y más consciente de sus propios límites. Laura es un ama de casa, se ocupa de la hija, Benedetta, de dos años, saboreando las alegrías y las frustraciones típicas de todas aquellas mujeres que cubren el papel de madre con jornada completa. No están casados y conviven desde hace más o menos ocho años. Mientras que la terapia de pareja comienza a mejorar, Angelo empieza a pedir tiempo. Teme ser abandonado por los dos terapeutas y, no obstante numerosas garantías en este sentido, comienza a manifestar tiempos breves de eyaculación y, según la opinión de la mujer, fracasa a propósito. La historia de Angelo, por lo que tiene que ver con su familia de origen, se estructura en torno a un fuerte vínculo con la figura materna. El padre de Angelo tenía veinte años más que su mujer, casado como consecuencia de una unión amañada por las respectivas familias, evidentemente tormentosa. Después de un año de la boda nació el primogénito: una especie de niño prodigio destinado a recoger el mito en torno al cual esta familia se había estructurado. El pequeño, de hecho, había empezado a caminar con cuatro meses, mientras que a los seis había completado la dentición. Cuando dos años más tarde, la madre se había dado cuenta de estar embarazada de nuevo, se quedó profundamente desolada. Y no había evitado decirle a Angelo que no había optado por el aborto solamente porque estaba condicionada por fuertes y sólidas convicciones morales.

Cuando el paciente tenía diez años, el padre enfermó gravemente. La madre, todavía jóven y tolerante, se encontró un amante jóven, coetáneo suyo. El hijo menor se convirtió de este modo en su coartada para citas insospechadas, en las cuales se encontraba con el jóven. Angelo se convirtió de este modo en prisionero de un enorme conflicto emotivo: por un lado existían celos hacia la madre, enamorada de otro hombre, mientras que por el otro pedía fidelidad hacia padre enfermo. Al mismo tiempo Angelo criticaba con fiereza al padre acusado de no enamorar a esa mujer y es más compadeciéndose por los sufrimientos relacionados con la enfermedad.

Cuando el padre murió, Angelo empezó a sentir un fuerte rencor en relación con su madre. No era capaz de abrazarla, besarla, hasta el apretarle la mano se había convertido en problemático.

La primera relación sexual de Angelo fue con una amiga de su hermano mayor, nuestro paciente se dejó seducir, pero la experiencia no fue agradable. Decidió, de esta forma, desinteresarse por las mujeres, hasta cuando conoció a Laura.

De todas formas, sus relaciones nunca habían sido satisfactorias. Laura era una mujer templada, dulce, pero ahora había empezado a solicitar una vida sexual satisfactoria.

Mientras la terapia mejoraba, Angelo empezaba a temer el abandono por parte de los terapeutas. Para él, cambiar significaba enfrentarse con el riesgo de pérdida de alguna cosa que existía en un tiempo pasado, evocando simbólicamente la experiencia emotiva relacionada con el vínculo con la madre. Y es decir, que una mujer hubiera preferido respecto a él un amante jóven, mientras que Angelo, todavía demasiado pequeño, había esperado ilusionado conseguir él solo colmar el vacío provocado por la enfermedad del padre. Angelo ahora debía conseguir divorciarse de su propia madre, pero por el momento era capaz formular únicamente fantasias de huida. Deseaba cambiar de trabajo, casa, ciudad. Pero no era realmente una separación espacial la que entendían los terapeutas, sino más bien una separación emotiva. Los dos terapeutas sentían de hecho, el deber de romper este equilibrio consolidado, con la finalidad de permitir a la pareja conseguir una sexualidad satisfactoria.

La terapeuta de esta forma decidió, permitir a la mujer entrar más “en juego”. Laura se había presentado en todas las ocasiones vestida con zapatillas deportivas, pantalones vaqueros, jerseys amplios, que no conseguían esconder completamente una figura bonita y un rostro muy dulce.

Laura había conseguido de esta forma sumergir inconscientemente su feminilidad y su potencial seductivo, para protegerse del deseo de traicionar a su marido con otros hombres que no presentaran problemas sexuales. Para ella lo que contaba realmente en una pareja eran el afecto y la estima recíproca. Entre los padres de ella, efectivamente, no existía diálogo y el padre, probablemente, tenía una relación extraconyugal, cosa que siempre la había entristecido mucho.

La terapeuta había comenzado a ayudar a Laura a expresar sus sentimientos dolorosos y difíciles y todo esto había llevado a Angelo a una crisis. Se había acusado ya desde hacía tiempo de haber sido un mal hijo primero y después un pésimo marido. Se daba cuenta de haber satanizado a la madre y haber idealizado al padre, que de hecho había descuidado mucho a la jóven mujer. Ahora él no era capaz de curarse y acabaría también defraudando a los terapeutas. En realidad, Angelo había ya alcanzado un tiempo de veinte minutos antes de la eyaculación, pero permanecía perversamente unido a la etiqueta de eyaculador precoz. Mientras tanto, Laura comenzaba a transformarse; había cambiado de corte de pelo, era más femenina y se consideraba harta de todavía presentarse como la eterna novia de un marido constante y únicamente interesado en su relación con la madre. Angelo empezaba en cambio, a estar celoso del terapeuta, aunque por otra parte seguro de la diáda terapeútica. Los dos terapeutas habían asumido en esta fase de la terapia una función parental: la relación emotiva que la mujer había establecido con el terapeuta no hubiera, de todas formas, dañado la pareja terapeútica.

Estas son las dinámicas que el niño experimenta respecto a las figuras parentales durante la fase edípica. Podrá superlas sin excesivos traumas si advierte que el otro progenitor es siempre y de todas formas más importante que él en la relación de pareja.

En algunas ocasiones, la sala de terapia es una especie de gimnasio, donde es posible jugar con las emociones y la fantasía, protegidos y reafirmados por las paredes anchas que separan esta realidad construida del mundo externo.

Laura había aprendido que podía cambiar, transformarse, jugar con su capacidad seductora no solamente en terapia, sino también hacia el exterior, sin que esto pudiera constituir un peligro para su matrimonio. Angelo, por otra parte, podría sentirse ahora que pertenecía a la madre, y en consecuencia, resultaba posible separarse de ella y concentrar su atención en su mujer. Después de una interrupción de un mes la pareja había vuelto refiriendo que estaban bien trayendo una novedad: la madre de Angelo había decidido volverse casar con un buen señor que había conocido en la montaña durante el verano. Puede ser que también para ella existiera la necesidad de sentir que el hijo se había “recasado” antes de permitirse vivir una vida junto a un compañero elegido finalmente sin remordimientos. El divorcio finalmente había llegado, ninguno constituía un rival potencial para el otro. Ni la madre para la mujer, ni el futuro marido de la madre para nuestro paciente.

Modelos familiares ausentes: las expectativas decepcionadas

Los trastornos del deseo femeninos

Un caso clínico

Renato había conocido a su mujer, Antonella, cuando era todavía un jóven abogado: ella era la secretaria en un buffette de un colega suyo. Había ido una tarde a su despacho y de este modo la había visto; Antonella era la amante de su jefe: casado, con dos hijos y para nada intencionado a elegir entre las dos mujeres, cosa que la hacía estar particularmente deprimida.

Cuando Renato entró en la sala y preguntó por Marco, Antonella se quedó impresionada, hasta el extremo de ponerse en marcha para que él se quedara imprensionado de su desenvoltura y simpatía.

Renato, en aquella época, convivía con una eterna estudiante de filosofía y los hábitos sexuales típicos del 68 habían contribuido a que él pudiera salir con Antonella sin dificultar la relación anterior.

Antonella, en cambio, en este lapso de tiempo, había roto la relación con el abogado, despiéndose del trabajo. Había empezado a pensar en convertir en mayormente sólida y estable su relación con Renato: él representaba todo aquello que ella no había tenido en la vida y que en terapia llamará “valores de la burguesía” que en aquella época le habían parecido de suma importancia, probablemente debido al hecho de que nunca habían formado parte de su historia familiar.

Se quedó embarazada de casualidad y los dos decidieron casarse con una ceremonia sencilla e informal. La familia de Renato veía a su nuera con la incredulidad de quien no sabe la culpa tan grande que ha tenido como para merecerse un castigo semejante: pensaban en los suegros horrizados en esta nuera “no vírgen”, y no eran capaces de sentirla como parte integrante de su familia ni tan siquiera podían considerar de este modo al nietecito recién nacido, acusándolo de tener rasgos demasiado fuertes, muy diferentes a los paternos.

Antonella a la cual el embarazo le había regalado no sólo muchos kilos sino también mil problemas, empezó a sentir nostalgia de sus amigas y de su viejo ambiente, abandonado demasiado rápidamente para unirse a los amigos del marido que la habían acogido con indiferencia.

Renato, por su parte, se había casado con ella porque la consideraba sólida, sin “muchos pájaros por la cabeza”, èl la prefería a las ex-compañeras de la universidad concentradas en su carrera, en el feminismo y en eslóganes ideológico. Y aún así con el paso del tiempo, empezó a tener recuerdos persistentes sobre la vida anterior al matrimonio, pero no pudiendo hacer nada, empezó a concentrarse en el trabajo.

Renato hubiera querido ser un padre presente, pero sentía la obligación de deber “hechar para adelante” la familia él sólo, porque Antonella no tenía intención de volver a trabajar.

Cuando se presentaron en terapia habían pasado ya seis años desde el día de su matrimonio y las causas que les habían llevado a la entrevista eran diferentes. Renato temía que la familia se quebrara e intentaba conseguir el perdón de la escasa consideración y falta de afecto en las que había hecho vivir a Antonella, la cual, por otra parte, aunque no deseaba abandonar a su hijo, quería quedarse con las cuentas a cero.

Aparentemente, ella daba la impresión de ser la más fuerte: hablaba con voz segura, tenía las ideas claras con respecto a la situación, trataba a su marido bruscamente. El parecía dispuesto a todo para volver a tener a su mujer: había reducido la carga de trabajo, organizaba viajes para la familia, no iba nada más que una vez por semana a comer a casa de sus padres. Pero en realidad, Antonella se movía tímidamente hacia el exterior, aconstumbrada finalmente a depender de Renato para muchas cosas.

Sostenía que quería hacer muchas cosas, dedicar más tiempo a sí misma, pero esto se quedaba en simples declaraciones de intenciones. Durante una de las consultas, la mujer había mencionado un enamoramiento hacia otro hombre, pero la idea de dejar su casa y su hijo le había obligado a una relación platónica, que se había agotado en un breve tiempo.

Renato lo sabía, tenía un tono resignado y humilde, pero al mismo tiempo se presentaba en terapia como un cuarentón que tiene todavía muchas cartas que jugar. Sostenía que haría cualquier cosa para recuperar la relación con Antonella, pero a los terapeutas les parecía claro que él no conseguía identificar dentro de sí mismo un amor que, en realidad, no había existido nunca. Así como el deseo de compartir toda su vida con una mujer que no conseguía apreciar.

Antonella sentía que él estaba jugando con las apariencias, y se volvía cada vez en una persona más amarga. Por la noche, en su cama, conseguían encontrar los gestos para comunicarse únicamente rencor y desilusión.

Cuando el hijo comenzó a manifestar los primeros signos de malestar debidos a la situación que se había generado en casa, Antonella entró en crisis. Se sentía responsable de la ruptura y cada vez estaba más enfadada con Renato.

Cada consulta se convertía en una forma para repetir de forma estereotipada las carencias del marido. Él, ya cansado, estaba siendo cada vez más seductor con la terapeuta y no habría sido necesario mucho tiempo para que un nuevo amor hubiera ocupado una parte sobre su sentido de la responsabilidad o su moral católica.

En esta situación, los terapeutas decidieron conocer a las respectivas familias de origen.

Vino primero a la consulta la familia de Antonella: la madre era una mujer con aspecto descuidado y descontento. Probablemente en la edad juvenil había sido una mujer bonita, pero el matrimonio había destruido toda esperanza, motivo por el cual, no valía la pena tener atado a ella un marido insulso que la mala suerte le había dado. El marido, un ex-empleado de correos, era una persona que se definía como un buen hombre: no era bello, ni tan siquiera contento de haberse casado, estaba de todos modos unido a sus hijas y bastante satisfecho de él mismo. La hermana de Antonella tenía un aspecto agraciado y callado, prometida con un “buen chico”, diferente de Antonella.

La familia de Renato parecía muy diferente de la otra: al padre era un magistrado en pensión, un hombre honesto, íntegro. La madre en cambio era altanera, de antigüa y rica familia, con el cabello corto. La hermana menor de Renato era una jóven madre de familia, abnegada y condescendiente. De la comparación entre las dos familias de origen, la clara diferencia de culturas les caracterizaba: la de Antonella se basaba sobre las necesidades prácticas, concretas; mientras que la de Renato parecía sofisticada, por las nubes, poco concreta. Dos universos conciliables solamente a costa de una gran tolerancia por parte de ambos miembros de la pareja. Pero ninguno de los dos, en cambio, había sido capaz de comprender las reglas familiares del otro.

Se habían concentrado sólo sobre el intento de hacer prevalecer una cultura familiar sobre la otra. El objetivo de los terapeutas sería como consecuencia el de hacerles asumir a cada uno de los miembros de la pareja sus propias responsabilidades respecto al fracaso del matrimonio. Antonella había, de hecho, renunciado al trabajo porque había preferido el papel de la mujer de un jóven abogado de buena familia, para acabar por atribuirle la culpa a Renato del vacío de intereses que ella misma había construido en torno a ella. Renato, en cambio, había preferido convertirse en el mediador de la unión entre el mundo externo y el familiar: dejando a la mujer la tarea de pensar en la casa y en el hijo.

Pero, una vez de vuelta a casa por la noche, después de un día de trabajo, no encontraba a nadie capaz de escucharlo y prefería de esta manera invertir sus energías en el ambiente externo.

Había llegado el momento de reformular el contrato del matrimonio. La diversidad de los modelos familiares respectivos, aunque al principio habían constituido un elemento de fuerte atracción, posteriormente constituyeron una forma de obstáculo insuperable. Antonella había soñado para su hijo una familia en la cual existieran valores vitales: el estudio, los viajes al extranjero, el ama de llaves alemana, los padres cariñosos, con una vida autónoma y brillante.

Renato, por otra parte, hubiera querido encontrarse al rededor de una mesa, por la noche, para discutir juntos de la jornada pasada y quizás ver una pelíula en la televisión o participar en las cenas formales con los colegas del trabajo. Pero, a continuación cada uno de ellos había empezado a sentir la falta de los modelos familiares según los cuales había crecido. Cada uno de ellos había empezado a ver al otro cada vez más inadecuado respecto a la imágen ideal que se había construido y daba la culpa al otro de la infelicidad propia.

Para las parejas de este tipo, existen habitualmente cuatro posibilidades terapeúticas, de las cuales la primera es la de declarar como fracasado el matrimonio, sin que los miembros de la pareja se hagan cargo de sus propias responsabilidades; el potencial riesgo, en estos casos es el de repetir los mismos errores para realizar la valoración con otras parejas posteriores.

La segunda posibilidad es la de permanecer juntos sin hacer nada para mejorar la situación; hablamos de los así llamados “separados en casa”, que en el intento ilusorio de mantener la familia unida, pagan el precio de la muerte civil.

Una tercera posibilidad es la de separarse, ya sea en la vida cotidiana que en la psicoterapia de pareja, eligiendo cada uno de ellos un espacio propio en la terapia individual donde comprender los errores e identificar nuevos modos de vida en pareja.

Finalmente, la última posibilidad para Reanto y Antonella era la de recuperar nuevas inversiones emotivas, abandonando las imágenes ideales que tiene que ver con la familia “perfecta”, en la cual reina como soberana la armonía y en la que cada cosa acontece tranquilamente.

En el caso de Antonella y Renato era necesario afrontar la terapia individual. Juntos, de hecho, habían construido un bloque monolítico que no les había permitido distinguir y diferenciar lo que en el matrimonio podía considerarse positivo y como consecuencia a mantener y lo que en cambio era necesario abandonar porque era inadecuado.

Encontrar sentimientos diferentes a la rabia, el aburrimiento y la desesperación habrían permitido a esa pareja utilizar su crisis con un sentimiento evolutivo. Los pacientes optaron por esta solución; Antonella comenzó un proceso de terapia individual, mientras que Renato esperó un tiempo para comenzarlo. Ambos, probablemente, habían aprendido a tener mayor confianza en la posibilidad de cambio, una de las mayores apuestas de la psicoterapia.

Conclusiones

El modelo que hemos ilustrado en este artículo puede ser utilizado así mismo de forma natural para las terapias de pareja con problemas no sexuales. Particularmente adapto para todas las terapias de pareja nos parece, de hecho, la prespectiva trigeneracional. Lo que caracteriza fuertemente nuestra prespectiva en los casos con problemas sexuales es en cambio una amnanesis médica cuidadosa que nos permita evitar tratamientos psicoterapeúticos en impotentes debido a la diabetes u otras enfermedades.

Además nos parece significativo que exactamente el trabajo con las imágenes permita en situaciones en las cuales el síntoma es “poco verbal” afrontar por medio del canal adecuado (no verbal) el problema.

Consideramos importante subrayar que de todo modos, los tratamientos sexológicos integrados ya no pueden ser considerados prescriptivos, visto que las prescripciones sexológicas y las tareas de otro tipo son frecuentemente instrumentos para hacer aparecer resistencias, superadas después con formas nada estratégicas.

BIBLIOGRAFIA

Maurizio Andolfi, Claudio Angelo, Carmine Saccu (a cura di) “La C oppia in Crisi” , ITF Roma, 1987

ANDOLFI M. “Crisi di coppia e famiglia trigenerazionale” in: ANDOLFI M., ANGELO C., SACCU C. (a cura di )”LA COPPIA IN CRISI ” I.T.F., Roma.1992 , pp.216-232

Maurizio Andolfi, (a cura di) “La Criis della C oppia i” , Cortina Milán , 1999

Angela Antonioli, Luisa Martini: “La Relazione Sessuale di Coppia”,Attraverso lo specchio n. 35/36, Anno 11, 1993,pp.5-43

Phlippe Caillé: “La Coppia, questa sconosciuta e la sua domanda “; Psicobiettivo Vol.13, N.1, Enero-Abril 1993 ,pp. 6/11

Canevaro A. “Crisi matrimoniale e contesto trigenerazionale. Un modello sistemico di terapia breve” in : ANDOLFI M., ANGELO C., SACCU C. (a cura di )”LA COPPIA IN CRISI ” I.T.F., Roma.1987 pp. 198 -215.

Vittorio Cigoli: “L’ alleanza ed il suo svincolo: coniugalità e psicoterapia” , Psicobiettivo Vol.13, N.1, Enero-Abril 1993,pp.45-56.

Rodolfo de Bernart , Roberta Giommi “Terapie Sessuali e terapie di Coppia “ in : Maurizio Andolfi, Claudio Angelo, Carmine Saccu (a cura di) “La C oppia in Crisi” , ITF Roma, 1987

Rodolfo de Bernart, Daniela Giommi “DOPPIA INTIMITA’ : LA COTERAPIA DI COPPIA. “ In “L’Intimità”, Actas del XI Congreso de Sexología Clínica y del X Congresp de la American Association of sex educators, Counselors and therapists; Perugia, Mayo 1989; Scuola tipografica Perugia.

R.de Bernart “L’Uso Degli Audiovisivi Nella Terapia Familiare”, ATTRAVERSO LO SPECCHIO n. 29, año 9-1991, pp. 44/56.

FRAMO J. , La famiglia di origine come risorsa terapeutica, Terapia Familiare, 4, 1978

R. Gerson, S. Hoffmann , M.Sauls and D. Ulrici : ” Family of Origin Frames in couples Therapy” , JMFT Vol. 19, N.4, October 1993, PP.341-354.

SCABINI E., Psicologia sociale della famiglia , Boringhieri, Turín, 1995

WALSH F. “Ciclo vitale e dinamiche familiari”, Franco Angeli, 1995

Jurg Willi , Robert Frei and Bernard Limaker: “Couples Therapy using the technique of Construct Differentiation”, Family Process Vol. 32, N.3, September 1993, PP. 311-323.

Jurg Willi “La Collusione di Coppia “ Franco Angeli Ed., Milán 1975

Wiilamson D.S., “La conquista dell’autorità personale nel superamento del confine gerarchico intergenerazionale,” , Terapia Familiare 11: 77/93 1983.

WHITAKER C.A. “Le Funzioni del Matrimonio” in: ANDOLFI M., ANGELO C., SACCU C. (a cura di )”LA COPPIA IN CRISI ” I.T.F., Roma.1987

SUMMARY

A model of intervention in Sexual Couple Therapy is proposed, in which toghether with H.S.Kaplan’s prescriptions , the authors propose a trigenerational approach.

Through non verbal instruments as Collages and Family Photographic Genogram, a non verbal channel is opened in order to have a better working approach to psychosomatic complex problems as sexal problems usually are.

Resúmen

Los autores proponen un modelo de intervención en Terapia Sexual de pareja que junto con las tradicionales prescripciones sexuales tradicionales de Kaplan, prevén un afrontamiento trigeneracional por medio de instrumentos no verbales como los collages y el genograma fotográfico con lo que puede abrirse un canal de comunicación menos saturado que el verbal, el cual permite un acercamiento más eficaz a los problemas psicosomáticos complejos como son los sexuales.

Palabras Clave: Pareja, Trigeneracional, Problemas sexuales, Imágen, No Verbal.

Key Words: Couple, Trigenerational, Sexual Problems, Image, Non Verbal.

Instituto de Terapia Familiar de Florencia

Via Masaccio, 175; 50132 Florencia – Italia

Tel y Fax 0039/055577280

e-mail: itff@itff.it

Página web: www.itff.org

Director: Prof. Rodolfo de Bernart

Para Redes , publicado en Italiano en “Psicobiettivo” de L.Onnis

Rodolfo de Bernart*, Barbara Buralli**

×